domingo, 22 de febrero de 2015

Solo quiero ser contigo.

Tengo miedo. Es la única sensación que me queda dentro últimamente, además de una tristeza tan profunda que no puedo soportarla. No quiero sin ti, no quiero. No quiero vivir, no me atrevo, no va a gustarme. No voy a ser capaz de avanzar, voy a estancarme, voy a morirme despacio sin dejar de respirar. Caeré en picado, hasta lo más profundo del sinsentido de la existencia. 
Nada tiene sentido, solamente tú me has hecho bien, solamente tú me has funcionado bien, ha sido la única parte de mi vida que realmente funcionaba, que funcionó alguna vez. 
No me siento con fuerza para vivir sin quererte, me he acostumbrado tanto a ti que no sabré reaccionar sola, como si me olvidase de andar y no estuvieras para sujetarme. Y no vas a estar. Y estarás para otra persona, y serás feliz, y yo seré siempre desgraciada por haber dejado pasar a la única persona que llegó a quererme, que consiguió hacerme feliz, feliz de verdad. 

¿Es posible dejar de amar? ¿Es posible boicotearse a una misma hasta tal punto? ¿Auto destruirse sin querer hacerlo? No quiero esta vida, no la elegiría nunca, y sin embargo a ti te escogería otras mil veces. Es imposible que también me quiten esto, que arranquen de mi ser lo único que me ha hecho ser feliz, que no pueda tomar una decisión que solamente afecta a lo que a mi vida concierne. Quién pide permiso para querer, quién lo pide para dejar de hacerlo. Joder, que vuelva, necesito que vuelva.

Despedidas, llanto amargo y flores de papel.

No puedo evitar pensar en ti en todo momento. Te has hecho mayor y ni siquiera me había dado cuenta, hasta que vi cientos de años pasar por tus ojos en un simple instante, y la seguridad en tus abrazos de quien ha dejado de ser un niño. 
Mamá dice que eres un ángel, que el cielo te puso en mi vida cuando más doloroso y oscuro y vacío era todo, que quieres quedarte porque no sé cuidarme sola, que me quieres de una manera que nadie podrá quererme. 
Siempre he tenido un pánico atroz a morir, un frío que me atenaza los pulmones y me retuerce el estómago, pero cuando escucho tus latidos el miedo se calma, me tranquilizo, vuelvo a ser valiente. 
Ayer, cuando saliste por esa puerta el mundo entero se me vino abajo. No soporto no tener tus palabras a todas horas, no encontrarte entre mis sueños. Supongo que seguiré escribiéndote, y que no seré capaz de dejarlo en lo que me queda de vida. 
Llueve, y recuerdo tus abrazos. Tus abrazos, joder, solo necesito eso. Olerte, tocarte, creer que jamás vas a irte. Escucha cómo la lluvia golpea en los cristales, igual que me han golpeado mil lágrimas en el pecho. El llanto fluye como el agua en el cristal, corta como el mejor de los cristales.
Me hicieron sentir bien tus palabras, amor. La promesa de no irte nunca. Es más de lo que yo podría haber prometido, y no dejaré de agradecértelo jamás. "No sabes hasta qué punto me importas". "Lo que me está doliendo es la duda". Te he destrozado, joder. "No importa cómo esté yo, solamente que tú estés bien". No sé explicar esto, pero el tiempo sin ti se me antoja como un gran abismo de tristeza. No soy yo si no te tengo conmigo. No sin ser tu chica favorita. No sin poder aferrarme a tu espalda y esconder la cara en tu hombro. No sin tus brazos alrededor de mi cintura. No soy yo, joder, no tengo ni idea de quién se soy si dejamos de ser.
Sigue lloviendo, y sigo llorando. Y quizá llore también por dentro. Eso explicaría tanto dolor, como gotas de lluvia desgastándome el alma. 
No debí prometerte que estaríamos juntos para siempre, siempre supe que era imposible controlar la manera de amar. Pero mi única esperanza era una vida contigo, y quise agarrarme a eso como a un clavo ardiendo. Lo siento, fui una estúpida, pero te juro que te he querido con toda mi alma, que jamás soñé querer así y que tú lo fuiste todo, y supongo que nunca dejarás de serlo. Llora, joder, llora y vacíate, no puede ser mucho peor que esto. Creen que me entienden, que pueden llegar a ponerse en mi lugar, pero no pueden. Nadie puede. Nadie va a entender cómo mi vida se ha hecho pedazos ni cómo sangro y lluevo con cada puta respiración. 
Te quiero, joder, no sé de qué puta manera, pero voy a quererte siempre. 


Todavía guardo aquella flor de papel que me regalaste cuando éramos dos niños, cuando no tenía un rumbo fijo, ni estrella polar, ni lugar en el mundo. Porque el papel no se marchita, la flor no se muere. La seguiré guardando como si fuera oro hasta el día en que me muera.