lunes, 23 de marzo de 2015

Tan insensata como la vida misma.

Escribes bonito pero triste. Ríes bonito pero triste.
Eres triste, y de alguna manera eso es bonito.
Como cuando se hace de noche y me acaricias. 
Cuando solo soy capaz de ser silencio y aún así me abrazas tan fuerte que no es necesario articular palabra.

No dejo de preguntarme qué voy a hacer con todos esos cuadernos en los que tan solo hablo de ti, con ese nudo en la garganta que al deshacerse deshace lo poco que me queda de cordura.
Tan insensata como la vida misma, pero infinitamente consciente de lo que supone perder los papeles, y especialmente unos cuantos folios sueltos arrancados de vete tú a saber dónde.







Parece un dibujo triste, pero en realidad es precioso. No necesito un tubo con esperanza, o quizá sí lo necesito, o puede que ya lo tenga pero esté tan dentro que no lo vea. Sí, seguro que está aquí dentro, de lo contrario no sería capaz de estar tan jodidamente contenta. Contenta, que no feliz, pero con la trayectoria que me estoy marcando últimamente es como haber visto el cielo. Gracias por no faltarme.

Y aquí está otra vez Soloviev para pintar mis palabras, o yo para escribir sus dibujos. A estas alturas creo que ya no me importa la diferencia.

miércoles, 18 de marzo de 2015

Febrero de 2014.


"Cuando llega a casa de madrugada, con la sonrisa rota, las mejillas cubiertas de lágrimas negras, la botella en la mano.
Cuando se sienta a llorar en el portal de casa.
Dónde están sus alas entonces. 
Dónde se ha metido el ángel de la niña de los ojos tristes."



Que se ha ganado el cielo, por llevar en los hombros más peso del estrictamente necesario, por no sucumbir al impulso de asomarse a la ventana y dejarse caer con la excusa de querer remontar el vuelo. Que cada una de esas jodidas lágrimas vale más que cualquier milagro, que le queman en la piel y acaban con la poca luz que le queda dentro. Que el peso de los días se le nota en esas ojeras, que amenazan con no irse. Y qué fácil es decir que le brillan los ojitos, cuando no se sabe lo oscura que es por dentro, ni la cantidad de noches que ha pasado intentando convencerse de que las cosas algún día saldrán bien, aunque ese día jamás ha llegado. Que en el fondo, jamás hizo nada malo, jamás ha merecido esto. Que lleva en las manos las marcas de mil derrotas, de haber perdido tantas guerras que ya ni lo recuerda, y que ninguna de esas guerras era la suya. Que es pequeña y se siente sola, que se rodea las rodillas con los brazos para encontrar algo de ese calor del que todos hablan. Amor, amor creo que lo llaman. Que los espejos también lloran cuando busca en ellos esa alegría que algún día estuvo ahí, pero solo encuentra unos ojos enormemente tristes y un amago de sonrisa muerta. Supongo que es bonita. Que después de todo, si que parece que tiene luz.
Que se ha ganado las alas.
Que las merece más que ninguna.


Dónde se habrá metido su ángel.



El éxtasis de Santa Teresa.

Cuando se hace de noche salen los monstruos. Lo curioso es que nunca es como en los cuentos, no están ahí fuera, no viven en el bosque. Los llevamos escondidos dentro, tan dentro que a veces parece que no están, que no existen, que jamás lo han hecho. Y sin embargo me arañan el estómago y se cuelan en mi flujo sanguíneo, recorriéndome las venas, gritándome en cada palpitar, recordándome que viven aquí conmigo. Me asusta la oscuridad porque me deja absolutamente sola frente a mis propios pensamientos, porque no hay ni un solo estímulo que me distraiga de esta maraña de miedos que soy por dentro. El silencio y la oscuridad me hacen pensar en frío y muerte, en camas vacías, calles que no terminan, el éxtasis de Santa Teresa, ausencias de las que desgarran. El propio existir me da miedo. Angustia vital, supongo. 


La luz es lo único que me salva de manera irremediable, el amanecer después de la noche más oscura, subir las persianas, abrir las ventanas, las bombillitas de colores que mi madre me ponía en mi habitación cuando era pequeña, las canciones de mi padre mientras me desenredaba el pelo por las mañanas. Supernovas en el pecho, mundos que explosionan, rosas blancas eclosionando, misericordia. Rayos de luna en las manos, auroras boreales tras las pestañas. Supongo que por eso es luz lo que busco en los ojos de las personas, porque hay miradas que te sostienen sin ni siquiera tocarte, y te mecen hasta que los monstruos se duermen. Encontré un sonido que siempre me había aterrorizado en mí misma, pero que viniendo de su pecho era como una canción de cuna. Pum-pum, silencio, pum-pum, silencio, pum-pum. No necesitaba palabras si tenía sus latidos, ni siquiera necesitaba luz, era una chica tan valiente que hasta podía cerrar los ojos sin miedo a quedarme sola. Pum-pum. Tiene la piel suave y huele a suavizante, a caricias y a casa. A mi casa, sea lo que sea eso. Él. No lo sé. Nosotros, conmigo. Silencio. Lágrimas, otra vez lágrimas, últimamente hay más de las estrictamente necesarias. "Te estás haciendo esto tú sola." Idos de una vez y dejadme en paz. Dejadme ser. Diles que se vayan, que yo sola no puedo. Que no soy tan valiente si no lates. 



Hay silencios realmente necesarios.
Silencios que matan monstruos.






                                                                                                                                                            Conrad Roset.

jueves, 5 de marzo de 2015

Empezamos con flores de papel, y volvimos a empezar con rosas de lápiz.


Tal vez no seamos tan diferentes en los aspectos que de verdad importan.
Tal vez tengamos las mismas musas,
inspiraciones compartidas, ilusiones reconvertidas.
Quizá sea verdad que teníamos que coincidir en esta vida,
que estaba escrito en el cielo, en las estrellas,
que todos los augurios hablaban de nosotros sin conocernos.
Es difícil compartir tu alma, pero qué bonito es tener valor para intentarlo.
Renacer es reinventarse,
olvidarse y recordarse,
encontrar recuerdos que dabas por muertos.
Encontrarlos en sueños y hacerlos inmortales.






lunes, 2 de marzo de 2015

Jodeos, hijos de puta, ya nadie va a poder retenerme.

Hacía tiempo que no me sentía, y de hecho creo que todavía sigo sin hacerlo plenamente. Es como si esa voz que solía tener dentro se hubiera esfumado de repente y me hubiese dejado completamente sola. He llegado a pensar que quizá se habría ido a Nunca Jamás ahora que parece que nos tocaba hacernos mayores. Puede que crecer signifique perder esa manera de sentir tan intensa y tan desgarradora, tal vez todo lo que nos quede sea indiferencia y un vacío enorme mientras intentamos hablar con un nosotros mismos que ha muerto en algún momento. Me gustaría llevarle flores y llorarle, a fin de cuentas ha sido lo único que me ha mantenido viva hasta ahora. Supongo que en su lápida pondría algo como "jodeos, hijos de puta, ya nadie va a poder retenerme".
Y nos ha dejado solos a mi vacío y a mí, y yo sigo intentando sentir cómo me latía el amor a la altura del estómago, y no encuentro ni rastro de lo que hubo, ni siquiera un amago, un eco, un recuerdo oxidado. Mariposas muertas, y quizá desintegradas y consumidas por mis gusanos de olvido y palabras.
No me gusta, no quiero más. Incluso la pena más devastadora es mejor que esto. Algo, necesito sentir algo. He pensado en tantas maneras de experimentar sensaciones extremas que temo tener una mente demasiado enferma. Ninguna de ellas es recomendable, ni mucho menos saludable. Supongo que legal tampoco. Nunca había estado tan desesperada, y no soy capaz de exteriorizarlo porque el sentimiento dominante es de indiferencia. La angustia es recesiva, parece ser.
Sigo sintiéndome tranquila al escuchar su corazón bajo mi piel, y necesito sobre todas las cosas que eso signifique algo, cualquier cosa que me haga sentir que no he muerto por dentro. El alma ha dejado de reaccionarme ante ningún estímulo, y quizá ya sea tarde para tratar de reanimarla.


Sigo pensando que fue una fuerza superior quien lo puso en mi camino. No puedo no creer en el destino después de haber sido salvada una y mil veces. Es un ángel de hielo y fuego que sobrevive a pesar de que yo sigo en hablando de nosotros en pasado.





"Muerto por dentro de un muerto por dentro", Albert Soloviev.